Apuro mis minutos de sueño y me levanto temblorosa, entumecida. Visto mi ropa, calzo mis zapatos y coloco mi sombrero. Salgo a la calle para llegar a mi hora. Serpenteo mi ciudad y llego a mi destino. Tomo un soplo de aire helado aliñado con un instante de tiempo justo. Ordeno la dialéctica y me acerco a la ventanilla.
No hay nadie. Tomo asiento en la silla cuatro, espero sentada, contando minutos, construyendo frases coordinadas copulativas mientras ..........................................
........................tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac............................
Cierro los ojos por la intensidad del neón y para acompasar la espera. Entre tanto, visualizo campos verdes con caléndulas rodeando mi estancia. Dándome placidez y sosiego. Al frente un cielo azul escaso de nubes y lleno de calma. A lo lejos una voz aguda como si viniera del fondo de un largo pasillo dice: -siguiente: el cuatro.
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