En el aeropuerto maletas y prisas se agolpan en la salida. Todo para disfrutar de la llegada a mi delicioso destino. No reconozco a nadie y eso casi me gusta más, porque ni olores, ni colores, ni tamaños entran en mis códigos frecuentes. Por tanto, reseteo inminente y nuevo punto de partida.
Me descalzo para tomar tierra literalmente y suspiro agradecida por tan distinguida estancia.
Lirios en flor bajo una tierna luz y se apaga el día.
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